sábado, 4 de agosto de 2012

La música internacional europea en torno al año 1600

Paolo Veronese. Las bodas de Caná, 1563.

El material musical europeo de los alrededores del año 1600 que ha llegado hasta nosotros es particularmente útil para hacernos una idea de cómo era la música de aquel tiempo en prácticamente todos sus ámbitos y para inferir, con ayuda de otras fuentes, algunas cuantas cosas más relativas a la constitución del mundo cultural europeo en la coyuntura entre el Renacimiento y el barroco, y lo es por varias razones. Si bien la música que conocemos de este periodo, como es natural, es en su mayor parte música escrita, y por ende «culta», no por ello dejan de inscribirse en ella innumerables trazas de las músicas no escritas que se escuchaban en las calles, de la música popular. En esto la música «culta» de aquellos tiempos es muy distinta a la de éstos. (A partir de finales del siglo xvii la música escrita iría marcando sus distancias respecto de la popular de forma progresiva, hasta llegar al actual estado de cosas en que música académica y música popular tienen muy poco que ver, llegando incluso a negarse e invalidarse entre sí.) En el 1600 los lazos entre uno y otro tipo de música eran aún muy estrechos. En la música escrita del 1600 pueden observarse todavía, como en vitrina, algunos de los contornos que debieron tener algunas de las músicas populares practicadas en aquel tiempo. Pero la riqueza de esta música no sólo reside en su liga con lo popular. Junto con el fermento de lo popular, otros muchos fermentos de tipo «culto» alrededor del año 1600 darían pie a lo que con el tiempo se llamaría barroco musical. El principal centro de difusión de donde proceden estos fermentos «cultos», y la integración de lo popular en la escritura musical, es Italia, y la influencia de su música en el resto de Europa es sólo un signo de la hegemonía cultural que ejercía Italia sobre buena parte de Europa en aquellos días.

La influencia italiana
La situación de Italia alrededor del 1600 es por demás curiosa. Sus relaciones con el Oriente y la fuerte tradición cívica que debía a ser la única nación europea que durante el medievo no perdió su «romanidad» —fue la única nación que mantuvo durante la Edad Media contactos regulares con el Imperio bizantino y su civilización: su derecho, su filosofía y sus artes— la convirtieron en la primera nación «moderna» de Europa (el comercio a gran escala, el ascenso de la burguesía sobre la nobleza y otras tantas características de las sociedades italianas de fines del medievo y del Renacimiento dan fe de ello). Esa modernidad en los modos de vida también implicaba una cierta modernidad en la forma de pensar y en la cultura; la suya sería una modernidad cultural acorde con el mundo dominado por las burguesías que estaba por venir, y por ello en lo sucesivo su cultura sería imitada por el resto de las naciones europeas; si el Renacimiento comienza en Italia, al cabo del tiempo llegará a ser un movimiento cultural paneuropeo. Sin embargo, si la hegemonía cultural italiana es completa en un periodo de más de cuatro siglos (si consideramos que dicho periodo se inicia con el auge de las ciudades-estado italianas hacia finales de la Edad Media y finaliza con el canto de cisne del humanismo italiano que es el inicio del barroco), su situación política es muy distinta. Por el volumen de sus recursos (poblacionales y militares, sobre todo), desde el fin de la Edad Media las monarquías comenzarían a dominar el ámbito político sobre cualquier otra forma de organización civil-estatal, y al final de este periodo, los Estados de Italia, donde jamás se estableció una monarquía al estilo de las de otras naciones, se verían subyugados políticamente por otros Estados (España y Francia, principalmente). Esto no obsta para que la influencia cultural de Italia en aquellos días hubiera sido similar en su alcance a la influencia cultural norteamericana que conocemos hoy. Y esta hegemonía se transparenta en la música: ¡al grado de que en la Amberes del 1600 era natural que un músico inglés publicase un libro de madrigales en italiano! En el ámbito musical internacional no sólo la mayoría de los géneros musicales provenían de Italia; era tal el prestigio cultural de lo italiano que para insertarse en el mercado musical del momento era necesario escribir madrigales, y en italiano.
     Peter Philips (1561-1628) es aquel músico inglés que en 1591, 1596, 1598 y 1603 publicaría libros de madrigales italianos en suelo flamenco. Debido a su fe católica había tenido que abandonar a temprana edad Inglaterra, donde la persecución anglicana a los católicos se había recrudecido al finalizar el siglo, y en buena medida se había educado musicalmente en Italia. Por su manera siempre atenta de musicalizar los más mínimos matices de las poesías italianas que aborda, cabe suponer que dominaba el italiano tanto como su lengua materna. Pero el caso de Philips es uno entre muchos otros, y en la música internacional del 1600, el madrigal es el género entre los géneros. Todo músico joven que aspiraba a posicionarse en el mercado internacional dominado por las casas editoriales flamencas e italianas había de ponerse a prueba con un libro de madrigales. Es el caso del alemán Heinrich Schütz (1585-1672), quien publicaría en 1611 un libro de madrigales cuando aún era alumno de Giovanni Gabrieli en Venecia; del danés Mogns Pedersøn (c.1583-1626), quien también después de haber estudiado en Venecia con Gabrieli publicaría un primo libro en la misma Venecia en 1608; o de un italiano que habría de cumplir con el trámite de comenzar su vida profesional con un libro de madrigales para después dedicarse a otros géneros, Frescobaldi, que publicó en 1608 en Amberes su propio libro.

          1. Il dolce mormorio (Peter Philips)

Pero, como buena música cosmopolita, la música italiana no sólo habría de influir, sino que también se dejaría influir por la música de otros sitios, principalmente por la música de España. De España toma toda una constelación de esquemas rítmicos y de bajos populares (los bajos son líneas melódico-armónicas sobre las que se sustentan construcciones melódicas en registros más agudos, y se utilizaron, en ciertas obras italianas de inicios del barroco, como base armónica para la improvisación y la escritura de las melodías ágiles y elaboradas propias del naciente estilo); es altamente probable que la chacona (ciaccona, en italiano) y el pasacalle (passacaglia) vengan de España. Aparte de estos bajos populares, Italia tomará de España algunos de sus ritmos más cortantes y contrastados, como la jácara, para adaptarlos a sus propios géneros musicales, como vemos en la pegadiza aria Gioite o Selve.

          2. Jácara: Gioite o Selve (Frescobaldi)

          3. Homo fugit velut umbra (Passacaglia della Vita) (de autor desconocido)

Después del 1600 la influencia italiana se acrecentaría aun más, sobre todo en Francia y Alemania. Los géneros iniciales de lo que ahora se conoce como «música clásica» son prácticamente todos elaboraciones italianas: las tocatas, las sonatas, la ópera. La importación de estos géneros comenzó primero en Alemania (entendiendo «Alemania» como las actuales Alemania y Austria). Primero fueron algunos de los más renombrados violinistas italianos (Marini, Pandolfi-Mealli y algunos otros) los que llegaron a Alemania contratados por sus cortes, llevando con ellos sus géneros y su idiosincrasia musical. Después, los propios alemanes harían sus propios ensayos en estos géneros y los irían normalizando; pues en un principio las sonatas o las tocatas fueron géneros de forma libre cuya composición de secciones quedaba a juicio del compositor: no eran formas musicales; no hay nada más alejado del espíritu musical del Seicento italiano que la estandarización o la definición formal precisa. Todavía haciendo eco del espíritu libre de las primeras sonatas italianas, Johann Schop es uno de los primeros exponentes importantes de la música para violín en Alemania.

          4. Sine titulo (Johann Schop, 1646)


La influencia inglesa en Dinamarca
Si bien la influencia italiana era casi omnipresente en el 1600, no todos los países europeos entraban de igual manera en su órbita de influencia; por una casualidad matrimonial Dinamarca entró durante algún tiempo en la órbita cultural inglesa. De los ingleses, los daneses tomarían toda una serie de géneros basados en la música de danza: las pavanas (pavins, pavans, o pavanas, paduanas; los ingleses eran algo laxos en el uso de estos términos), las gagliardas (galliards), las voltas, etc., con las prácticas musicales ligadas a ellos (se trataba de músicas empleadas en eventos cortesanos al ritmo de las cuales se bailaba de distintos modos: desde el violento ritmo de las voltas al moverse parsimonioso con que se acompañaba a las pavanas). Un periodo de múltiples intercambios entre las cortes inglesa y danesa se dio durante el reinado de Cristián IV de Dinamarca (1577-1648).  Su hermana Ana se había casado con el rey inglés Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra, y debido a ello la relación de ambas coronas durante este periodo fue muy estrecha, en lo político y en lo musical. Cristián enviaba a sus mejores músicos a la corte inglesa, mientras que los mejores músicos ingleses fueron enviados a Dinamarca por Jacobo. De 1598 a 1606 John Dowland permaneció en la corte danesa como laudista de Cristián. Durante el mismo periodo otro músico inglés permanecería en la corte danesa como maestro de laúd de la hija de Cristián, Thomas Robinson. 
     Pero la relación de los músicos ingleses con la corte danesa no siempre tuvo resultados tan felices. Después de pasar un par de años en la corte danesa, en 1602 el violista John Maynard decidió huir de la corte danesa llevándose consigo a su colega Daniel Norcombe. Por algunos años anduvieron vagando por Alemania y Hungría con los emisarios de Cristián tras sus pasos, hasta que su aventura toco a su fin cuando llegaron a Venecia después de varios años de andanzas. Maynard volvería después a Inglaterra, donde publicaría, en Londres, en 1611, una colección de piezas de viola enigmáticamente titulada The XII Wonders of the World; quizás se refería con este título a las maravillas que, muy a pesar de cuanto pensara Cristián, conoció mientras recorría el mundo sin su venia.

          5. The Duke of Holstones Delight (Tobias Hume)

          6. Spanish Pavan (Thomas Robinson)

          7. A Pavin (John Maynard)

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Bibliografía

Lejeune, Claude y Pardoe, Mary, Notas introductorias al disco Konge af Danmark. L'Europe musicale à la cour de Christian IV. París, Alpha, 2010.

Discografía




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